Mañana prepara las maletas, nos vamos pa' México. Tengo un negocio con Máximo, mi socio — susurro Adrián
—Okay, amor, pero no quiero más guerra. No nací pa' merecer esta mierda.
—No, amor, la guerra ya terminó. Pero tú sabes que esto no acaba, porque soy el rey y siempre sale un villano que me quiere muerto, a mí y a todo lo mío. Si de verdad me amas, estarás conmigo en las buenas y en las malas, sin importar cuántos obstáculos jodidos venzamos.
Ella asintió, se acercó. —Estoy contigo, Salvatore, en las buenas y en las malas. —Lo besó; él la abrazó fuerte, correspondiendo con lengua y fuego.
—Prepárate, ponte bonita. Te espero en el restaurante de abajo.
Los tacos de Isabel resonaban en el mármol del salón, un eco que rompía el silencio y retaba al dueño de la mansión. Adrián estaba apoyado en el bar, copa de vino tinto entre dedos, mirada que quemaba más que el alcohol puro.
—Llegas tarde —murmuró, voz grave, haciendo temblar el aire.
—No tengo por qué darte explicaciones, carajo —re