Clarissa movió la cabeza de lado a lado, pero sus dedos se aferraron con fuerza a la manga de Giovanni, sin poder soltarlo. A lo lejos, Luca vio eso y su cara se puso roja de rabia.
Justo cuando estaba a punto de gritar insultos, Giovanni miró a Maxence. Esos ojos amenazantes fueron suficiente, sin necesidad de más palabras, Maxence hizo un ademan y en un par de pasos se acercó a Luca, le tapó la boca con una mano y lo arrastró de vuelta a la habitación.
Mientras tanto, Giovanni le habló a Clarissa con voz suave:
—¿Quieres entrar y verlo? Podemos ayudarle a limpiarse la boca.
Clarissa dudó un momento, pero finalmente asintió. Sabía que Giovanni lo había llevado adentro para evitar que alguien más escuchara el escándalo. Él siempre pensaba en la manera de protegerla.
El pequeño apartamento, de apenas sesenta metros cuadrados, ahora con cuatro personas dentro, se sentía aún más pequeño. Luca todavía intentaba gritar, pero en ese instante, Maxence lo agarró por el cuello de la camisa