Aunque parecía un poco infantil que Giovanni dijera eso, fue su manera de admitirlo. Y aunque era algo exagerado, Clarissa sintió algo muy fuerte en el corazón.
Este hombre había invertido tiempo y trabajo en algo así por ella. Pasar tantas rosas en tan poco tiempo y montar un invernadero de cristal no era cualquier cosa.
Y para alguien como él, hacer todo eso debía parecerle una pérdida de tiempo, esfuerzo y dinero.
Pero lo hizo.
Clarissa bajó la mirada para ver las rosas rojas, luego levantó la mirada hacia Giovanni, y, justo en ese momento, él también la estaba mirando. Había ternura en sus ojos, algo que no se veía en él normalmente, aunque también se le notaba algo raro, como si estuviera un poco incómodo… tal vez era la primera vez que hacía algo así.
—Gracias —dijo ella.
Lo miró directo, dio un paso y, algo tímida, lo abrazó despacio, pegándose a su pecho.
A ella... le daba pena dar el primer paso.
Su cara quedó a la altura del pecho de Giovanni, y sintió cómo latía fuerte.
Se a