Clarissa contestó la llamada, pero no dijo nada.
Escuchó la voz de Giovanni, más seria de lo normal, pero igual de agradable.
—Baja de una vez, estoy afuera, frente a la Clínica Misericordia.
—Hoy me quedo, mejor vete a tu casa —dijo Clarissa, con tono serio, mientras se acercaba a la ventana y veía el carro parado.
Giovanni no contestó enseguida. Solo se oía su respiración. Después de un rato, dijo:
—Si no bajas, voy a subir a saludar a tu mamá. Y que sea hoy.
Eso sonaba más a una amenaza que a otra cosa.
A Clarissa le pareció absurdo.
Se quedó paralizada por un segundo. Sabía que esa cena para juntarlo con otra no había sido idea de Giovanni. Se notaba desde que lo vio en ese cuarto fumando como loco.
Cuando estaban juntos, solo con mirarlo feo él dejaba de fumar. Pero, frente a Araceli no le importaba nada. Fumaba con ganas, como si lo hiciera para molestar.
Recordaba que ni el abrigo se había quitado, seguramente acababa de llegar cuando ella lo vio.
Aun así, no podía evitar senti