El servicio en el Palacio Garbos siempre había sido excelente, por lo que, aunque el gerente trató a Clarissa con un respeto especial, Gabriel y Milena no sospecharon nada.
Cuando les sirvieron los platos, Milena vio lo que estaba en la mesa y, aunque ya tenía una idea del precio, no pudo evitar sentirse un poco preocupada. Cuando el camarero se fue, tuvo una sensación fea en el pecho. Clarissa le aseguró varias veces que podía permitírselo, que Luca le había dado una buena compensación, y fue solo entonces que Milena dejó de quejarse.
Aunque Milena se quejaba, ver lo felices que estaban Gabriel y Milena disfrutando de la comida la hizo sentir un poco satisfecha.
Llevaba años sin disfrutar de una comida como esa. Antes, a ellos no les importaba lo que costaran las comidas. Ahora, sin embargo, tenían que preocuparse por el precio, lo que hacía que Clarissa se sintiera un poco triste.
Ahora que volvían a disfrutar del sabor familiar y la sensación del lugar, Gabriel y Milena mostraban no