Clarissa se ruborizó, y Giovanni la abrazó fuerte, como si fuera un peluche.
Clarissa intentó levantarse, apoyándose en la cama.
—Déjame levantarme primero —dijo ella.
Pero Giovanni la apretó más y, de repente, se volteó, poniéndola debajo de él, apretándola contra su cuerpo, hundiéndose en su cuello, inhalando su aroma, llenándola de besos.
—Quédate un rato más conmigo —dijo Giovanni, con esos labios calientes rozando su piel, y su vello sin rasurar raspándola un poquito y haciéndola sentir cosquillas.
Giovanni parecía un poco desorientado, como si aún estuviera medio dormido.
—¿Olvidaste que hoy voy a ver a mi mamá? Hoy es su cumpleaños —dijo Clarissa, respirando agitada.
Giovanni no respondió, y sus labios calientes se movieron desde su cuello hasta el borde de sus labios, besándola varias veces, luego su mejilla, su pómulo, su frente, y bajando por su nariz, dándole besos llenos de cariño.
Cuando Giovanni terminó de vestirse y salieron con Clarissa, llegaron a la Clínica Misericord