Cuando la subió al apartamento, Clarissa ya estaba dormida. Solo entonces, Giovanni la acomodó en la cama. Ella se giró un poco, inquieta, incluso dormida.
Giovanni la miró un momento. Tenía las mejillas coloradas por el alcohol, los ojos cerrados, pero con la frente arrugada. No parecía estar descansando muy bien.
Estaba boca abajo, con la cabeza hacia un lado. Seguía tensa.
Giovanni le quitó el abrigo con cuidado y la tapó con una manta. El aire acondicionado estaba encendido, así que la manta estaba algo fría. Clarissa, medio dormida, la agarró con fuerza sin pensarlo. Poco a poco su cuerpo se fue soltando, y al sentir el calor, las cejas se le suavizaron, se estiró, se dio vuelta y siguió durmiendo.
Su bolso había quedado tirado en el piso. Desde adentro, empezó a sonar el celular.
Giovanni lo sacó. En la pantalla aparecía el nombre de Luca. Cortó la llamada sin pensarlo dos veces. Después, bloqueó el número y borró el historial.
Miró a Clarissa, suspiró, guardó el celular y volvió