La cara de Tatiana se veía pálida, con remordimiento, con ganas de arreglarlo todo, pero Clarissa, que ya no confiaba en ella, solo veía una mala actuación. Puro teatro.
—Clarissa, sé que todavía estás molesta. Hoy metí la pata por no confiar en ti y te hice quedar mal —dijo Tatiana, con voz suave.
—Hace calor aquí afuera, ¿te parece si podemos hablar adentro?
Clarissa la miró, como si midiera cada palabra. Al final, decidió no cortarla del todo y subió sin decir nada.
Tatiana la siguió con cuidado, como si temiera romper algo.
Ya adentro, Clarissa ni se quitó el abrigo ni se acomodó. Dejó claro que no quería hablar más de lo necesario.
—Perdona, acabo de llegar. La cafetera estaba apagada. No hay café —dijo sin emoción.
—No te preocupes, no me voy a quedar mucho —contestó Tatiana, forzando una sonrisa mientras se acercaba y le tomaba la mano con cariño.
—Clarissa, lo de hoy fue un malentendido. Te juro que lo lamento. Es que Giselle lleva años en la empresa, ha estado al frente de pro