—Clarissa. —dijo Luca, con los ojos hinchados y la voz débil..
—¿Así de fácil dejaste de desearme? ¿Y yo qué? ¿Qué se supone que soy, el que se quedó esperando?
—¿Tantos años juntos y así, de un putazo, lo tiras todo?
Quería seguir hablando, con esa mezcla de rabia y tristeza que se le atoraba en el pecho, pero Clarissa lo frenó sin dudar:
—Y si no lo dejo, ¿qué? ¿Me aferro toda la vida a recuerdos inútiles de mi época de joven?
—Luca, tú lo sabes. Te robaste toda mi juventud.
—Sí, nos quisimos. Fue lindo, en su momento. Pero después del matrimonio todo se arruinó. Lo dulce se volvió amargo, y no pienso volver a eso nunca más.
—¿En serio crees que sigues siendo ese muchacho que juraba que yo era la única, el que decía que iba a cuidarme sin importar qué?
—Ese Luca ya no existe. Ese murió hace años.
—El de ahora es egoísta, altanero, orgulloso, distante, mentiroso.
—¿Y tú vienes a hablarme del pasado? ¿Tú, justo tú?
—¿Tanto te importa el pasado? Perfecto. Entonces devuélveme a ese Luca