Vestía sencillo, con ese clásico blanco y negro de oficina: blusa blanca y falda larga negra. A pesar de lo básico del conjunto, su figura llamaba la atención. Desde lejos, Luca sintió el impulso de acercarse, tentado por la idea de comprobar si con un sólo brazo podía rodear toda su cintura.
Se le secó la boca, pero apenas recordó la historia que Clarissa tenía con Giovanni, y que además ella también estaba en la licitación. El coraje le subió como la espuma de un volcán. No podía más. Sentía que iba a explotar en cualquier momento.
La tomó de los hombros, con rabia, y le dijo todo de golpe:
—¿Qué tienes que ver con Giovanni? ¿Desde cuándo están juntos? ¡¿Qué haces acá en esta licitación?! ¡Todo esto lo haces a propósito, ¿no, Clarissa?! ¡Habla carajo!
Su voz era dura, agitada, y los ojos le ardían en rabia y desesperación.
—¿Con qué cara vienes tú a decir algo, mientras yo perdí mi puesto en el Grupo Ferrucho por tu culpa? ¡¿Cómo vas a pagar todo lo que me hiciste, Clarissa?!
La fuer