MELISA
Estoy en la cocina con Mikeila. Ella está batiendo algo ruidosamente, y yo estoy concentrada picando unas verduras en la tabla de madera. El olor a ajo y especias llena el aire, pero apenas lo registro. Mi mente está completamente atrapada en la conversación que tuve con Nick.
El cuchillo sube y baja con un ritmo metódico, pero mi concentración no está en los trozos de zanahoria. Pienso en lo que dijo Nick: quedar embarazada. Tener un hijo con Kostas.
La idea me golpea con un escalofrío que no es de miedo, sino de una oscura resignación. Mi hijo sería el heredero, el nuevo Don. No tendría elección, nacería encadenado a esta vida de mentiras, traiciones y violencia.
El brillo en los ojos de Kostas cuando me dijo "Tú eres mía" se siente menos protector y más como una sentencia. Él lo ve como un premio, como la extensión de su poder. Pero yo no quiero eso para un niño. No quiero esa vida para mi hijo. No quiero que su futuro sea una diana marcada en su espalda.
Aprieto el mango de