KOSTAS
No tengo tiempo para sus preguntas. Mis palabras son cortantes, un reflejo de la furia que arde dentro de mí. Tomo la mano de Melissa y la arrastro fuera de la oficina. No me detengo, ni siquiera cuando siento que ella tropieza. No hay tiempo para dudas.
Saco mi teléfono y aprieto un botón para hablar con Nick.
—Nick, prepara varias camionetas y a los hombres que consideres necesarios. Vamos a recoger a la abuela de Melissa. Es posible que los Mancini la tengan —digo, mi voz grave y firme.
Escucho a Nick al otro lado de la línea.
—¿Qué está pasando, Kostas? —pregunta, y su voz es un reflejo de mi preocupación.
—No hay tiempo. Te lo explico todo en el camino. Los espero en la puerta trasera del casino en un minuto.
El pánico en los ojos de Melissa me confirma que he tomado la decisión correcta. Mi agarre en su mano es firme mientras la guío a través de los pasillos de servicio hasta la puerta trasera del casino. Los guardias se hacen a un lado, y veo a Nick parado junto a dos ca