KOSTAS.
Me quedo clavado. Las diez pruebas reposan frente a mí, y cada una me devuelve la misma verdad irrefutable: positivo.
— ¡Un Barone en camino! ¡Un heredero de la Mafia! —Grito, sintiendo que el orgullo me infla el pecho.
Bajo a Melisa lentamente, mirándola con una devoción total. Esto lo cambia todo.
— Tienes razón, mi amor —le digo con la voz grave, tomando el control—. Nos casamos en un mes, como dijimos. Pero ahora, la seguridad es absoluta.
Saco mi teléfono, y mi tono se vuelve helado, el tono que uso para dar órdenes de vida o muerte. — ¡Quiero a Oleg fuera de circulación antes de que se acabe esta semana! Y quiero que tripliquen la seguridad en la mansión. Nadie se acerca a Melisa sin mi permiso.
Cuelgo y vuelvo a concentrarme en ella. Agarro su rostro entre mis manos.
— Tienes un Kostas Barone creciendo dentro de ti. Eres mi esposa y la madre de mi hijo. Te prometo que estarás segura.
La levanto en brazos con delicadeza. — Ahora, vamos a la habitación. Vas a descansar. N