MELISA
El agua tibia se desliza sobre la espalda de Kostas mientras deslizo la pastilla de jabón de glicerina. El vapor de la ducha envuelve el baño y el sonido del agua es la única calma que tenemos después de días de tensión. Él se reclina un poco, relajando los hombros bajo mis manos.
—¿Cómo te fue con Herodes? —pregunto en voz baja, sin dejar de masajearle los músculos del cuello, intentando aliviar la rigidez que siempre trae del trabajo.
Siento cómo inhala profundamente, un suspiro de alivio o de resignación.
—Todo salió bien, Raquel —su voz profunda resuena un poco en el pequeño espacio.
Hundo mis dedos en su hombro, aplicando más presión. Detesto cuando usa ese tono lacónico, como si el destino del mundo se resumiera en tres palabras.
—¿"Todo salió bien"? —repito, levantando una ceja aunque él no pueda verme. Le echo un chorro de agua por la nuca para quitarle el jabón—. Kostas, sabes que eso para mí no es una respuesta. ¿Qué significa, exactamente, que todo salió bien? ¿Signi