MELISA
El silencio se apodera del despacho. Kostas me mira, la furia y la necesidad chocando en sus ojos. Sabe que estoy en lo cierto, y eso lo frustra profundamente.
—¡No lo acepto! —gruñe Kostas. Se da media vuelta y sale del despacho con pasos pesados, apenas abro la boca para detenerlo la puerta cierra con un golpe sordo a sus espaldas.
Me quedo quieta, sintiendo una mezcla de triunfo y temor. El drama fue intenso, pero perdí la batalla final, aunque gané un consejero.
Nick rompe el silencio, su tono volviendo a ser el de un estratega tranquilo.
—Te dije que era una excelente idea, Melisa —comenta, con un brillo de admiración en sus ojos—. Me parece una muy buena jugada.
—¿De verdad lo crees? —le pregunto, mi voz aún cargada de adrenalina.
—Sería estupendo. Podrías convencerlo. Eres la única persona en este edificio que puede plantarse así frente a él y salirse con la suya —dice Nick, volviendo a su asiento—. Pero si el Don no quiere, las cosas no se hacen. Y ahora mismo, su orgul