Azael vio las noticias, se quedó perplejo, no podía creerlo, además no encontraba a la hermana Brígida, todo parecía irle muy mal.
Estaba rabioso
«Fue él, estoy seguro de que fue el mismo hombre que se atrevió a matar a mi padre», pensó
Salió enfurecido, ni siquiera su madre pudo detenerlo.
—Si Azael sigue por este camino, tendré que tomar acciones, no dejaré que mi hijo caiga en las mismas garras que cayó su padre —dijo la mujer
—¿Qué garras, madrina?
Paulina guardó silencio, se negaba a repetir la cantidad de maldades que su esposo hacía.
—Olvídalo, Brenda, solo te diré, que salvaré a mi pobre hijo.
Azael condujo su auto hasta llegar al edificio de la alcaldía, mirò a la secretaria, tenía un rostro triste, mirò al hombre.
—¿Dónde está el asistente del alcalde? Ese hombre que lo seguía a todos lados, ¿Cómo se llama?
—El señor Renato Andrade, lo siento, señor Salvador, se cree que èl también murió en el incidente.
Azael maldijo, golpeó el escritorio, la chica se asustó.
—Di