—Ya llegó la hora de retirarme, caballeros. Fue un gusto jugar con ustedes.
La noche llegará a su fin en cualquier momento, quedó claro cuando el club de apuestas comenzó a vaciarse para dejar solo la presencia de unas cuantas personas, contando la mía.
—También fue un gusto acabar con su dinero. —Soltó Sedna, comenzando a soltar esas típicas risas escandalosas suyas.
—Supongo que nos veremos en otra ocasión, señorita. —Se despidió Angelo, quien dio un gran trago a su bebida.
—Puede ser. ¿Qué tal el próximo fin de semana?
—Claro, encantado de poder volver a jugar con usted.
—Disculpa caballeros, me temo que no será posible. —Una quinta voz se entrometió en la conversación, bastante conocida a mí parecer.
Tuve que voltear hacia atrás para ver quién era esa nueva persona, subiendo un poco mis cejas al reconocer a Moros en su forma humana y con un ceño fruncido, bastante disgustado.
—¿Qué haces aquí?
—¿Qué haces tú aquí, Idalia Bellerose? —Me regaño de inmediato el dios, escuchando de