—Arreglate, vamos a salir. —Despues de días sin ver a Moros, quien se tuvo que ir a encargarse de unos cuantos asuntos en el reino de los muertos, tengo la dicha de ser invitado por el dios a lo que parece una cita.
—¿A donde iremos? —Un vestido fue colocado sobre mi regazo, perfectamente doblado y sin mostrar la más mínima arruga, solo un grito de perfección que provocó lamentos en mi interior, ya que lo más seguro arruine la prenda al usarla.
—Tu amiga de apuestas preparo algo en la ciudad de la eternidad. Rechazar un regalo por parte de la diosa madre, es toda una ofensa.
Eleve mis cejas algo sorprendida, un giro en la situación que no esperaba para nada.
Y algo decepcionante, después de todo esperaba otro tipo de palabras por parte de Moros, en todo este tiempo que llevamos juntos los momentos a solas escasean.
Quisiera… solo un momento romántico, los dos a solas como si en verdad fuéramos una pareja casada a punto de formar a su familia.
La familia no falta mucho para cumplirse,