Daren Holloway
Todo iba muy bien hasta que ella sacó aquel maldito papel del bolso. Eran nuestras palabras hasta ese momento. Yo llevaba unas malditas gafas de sol en pleno mediodía porque el idiota de mi hermano decidió golpearme la cara con más fuerza de la que debía.
Debía ser el tipo más imbécil del mundo. Estaba sentado en el tribunal, luchando por una maldita niña que sabía que no era mía. ¿Qué no haría a cambio de unos millones? Aquel juez estaba arruinando mis planes mientras me miraba con aquella cara de idiota. Sabía que sentía pena por ella y, por eso, yo estaría muy jodido.
—¡Estoy atestiguando la veracidad! —Protestó el abogado, mostrando una maldita hoja con la custodia de documentos. Era oficial, había perdido. Odiaba perder.
Me estaba controlando para no gritarle o lanzarme a aquel cuello que parecía tan suave. Me culparía toda la vida por no haber aprovechado tanto potencial mientras tuve la oportunidad. Pero nada me daba más placer que saber que ya no estaba con mi h