– ¿Por qué esa cara larga? ¿Dónde está el dinero? ¿Ya lo gastaste todo? – Eliot se acercó a Maila, sin notar mi presencia.
Ella negó con la cabeza. – No. Está aquí.
– ¿Y entonces? ¿Por qué esa cara? ¿Acaso no te gusta el dinero?
– Sí, me gusta. Pero...
– ¿Pero qué? ¡Vamos, dímelo!
– Ella sabe.
Eliot se giró, finalmente notándome. Sus ojos se abrieron con sorpresa, y luego se estrecharon con furia. – ¡Tú! ¡Maldita sea! ¡Todavía estás viva!
– Y tú también. ¿Sorprendido?
Él rio. – No por mucho tiempo.
– ¿Vas a matarme? ¿A mí? ¿Después de todo lo que pasamos juntos?
– No seas sentimental. Esto es un negocio. Y tú, querida, eres un cabo suelto.
– ¿Y Tom? ¿También es un cabo suelto?
Su rostro se contrajo. Podía ver la lucha interna en sus ojos. – No lo sé.
– ¡Claro que lo sabes! ¡No le harías daño a un niño!
– No me pongas a prueba.
– ¿Por qué no? ¿Qué tienes que perder? Ya lo perdiste todo.
– ¡Cállate!
– No. No me voy a callar. Voy a luchar por mi hijo. Voy a luchar por mi familia. ¡Voy a