Jazmín llegó a la entrada de su casa y abrazó las sobras del almuerzo con Mari con posesividad.
“¿Debería enterrarlos? ¿Debería esconderlo en el guardabarros del coche de Marco?” Su instinto le decía que protegiera esa comida a toda costa, pero su ladomás sensato le decía que esa comida no dudaría más de unas horas a la intemperie. Resignada, Jazmín entró con sigilo a la casa, esperando no toparse con nadie. Si tan solo pudiera llegar a su habitación y esconderlo en su armario…
Pero nunca había sido una muchacha con suerte.
-¿Qué tienes ahí linda?- dijo uno de los hombres más jóvenes pero que le llevaba dos cabezas.
-Si… Huele bien…- dijo otro de ellos que apareció por detrás muy cerca del cuerpo de la joven- ¿Estabas por comértelo tú sola? Que pequeña rata. ¿Olvidas que somos familia y que aquí todo es de todos?
El hombre estiró su mano para quitarle la bolsa, pero Jazmín retrocedió ágilmente y lo miró de forma intimidante. Esa comida sabrosa y nutritiva se la había dado Mari para su