—Señorita, no la puedo esperar todo el día —dijo el taxista, mientras yo apretaba con fuerza los puños esperando a que Oliver se originara a salir.
—Sí, lo sé —le dije al taxista—. Solo espérame cinco minutos más, le prometo que ahí está —dije en cuanto vi que el hombre había aparecido. Su auto, de vidrios oscuros, atravesaba el pequeño puente que separaba la calle de la empresa.
—Sígalo. Quiero que siga disimuladamente a ese auto.
—¿Está segura que no estamos haciendo algo ilegal?
—Por su pago —le dije con un poco de impaciencia. Era un taxista metiche y malgeniado, pero no dijo nada más y continuó. Aceleró el auto despacio detrás del de Oli.
Tenía que tener muchísima cautela. Aparte de que era muy probable que simplemente el hombre fuera para su casa, también cabía la posibilidad de que hiciera algo al respecto. Justo como lo había pensado anteriormente, él debía de tener muy claro que Nicolás había puesto un esquema de seguridad para mí. Debía de sospechar que las cosas comenzaban