Samuel se puso de pie y comenzó a caminar por toda la sala, un poco desesperado, agarrándose las sienes. Parecía que le había comenzado un fuerte dolor de cabeza.
—¿De qué estás hablando? —me dijo—. Creo que no es una buena idea.
Yo me crucé de brazos.
—La verdad, pienso que sí. Lo he pensado durante mucho rato, por eso vine caminando desde que salí. —Quise decirle que era porque no me había alcanzado el dinero para pagar el pasaje a la casa—. Me funcionó caminar. Creo que es una buena opción. Pero hay un inconveniente: si digo que estoy viva, tal vez enfrente problemas legales por haber ocultado eso. Fingir la muerte es ilegal.
—Claro que es ilegal —dijo él, regresando nuevamente al asiento. Hablaba bajito para no despertar a Elián, que estaba durmiendo plácidamente entre los almohadones sobre la alfombra, abrazando fuertemente el peluchito que Nicolás le había regalado—. Es muy ilegal. Si haces eso, vas a meterte en muchísimos problemas. Además, ¿cómo te vamos a proteger? ¿Cómo te v