ANDY DAVIS
No teníamos mucho que empacar, solo nuestros fantasmas. Después de un breve descanso, salimos de madrugada rumbo al aeropuerto, en silencio, sin hablar sobre lo que había pasado, sin hacer planes ni pensar en el futuro, solo conteniendo la melancolía, esa que te embarga y te deja un vacío después de que estuviste tan cerca de la muerte, del dolor y del sacrificio.
El avión que nos llevaría a casa ya nos esperaba en el hangar. Lucien fue el primero en subir, con Camille en brazos, mientras, detrás, Carter los seguía con la silla de ruedas que se convertiría en las piernas de mi cuñada por mucho tiempo. Cuando busqué al pequeño Ángel lo encontré en brazos de Rocío, quien se despedía enérgicamente de su prima, sacudiendo al pequeño niño junto con ellas mientras brincaban abrazadas.
Aunque Ángel parecía tener el carácter de su padre, cuando Rocío por fin soltó a Donna, el pequeño empezó a brincar en sus brazos, como si deseara revivir la experiencia, haciendo que el par de lat