RACHEL MONROY
Llegamos a la casa de mi padre, con la promesa de que un día, tal vez en la oscuridad de un estacionamiento o en el camino más alejado de la ciudad, Shawn me haría el amor en su motocicleta. Sonaba incómodo y al mismo tiempo me moría porque lo cumpliera.
No pude ocultar la sonrisa mientras me alejaba de él. Sus ojos azules estaban fijos en mí y esa sonrisa de medio lado me hacía sentir nerviosa, emocionada, eufórica. Él era una dosis de adrenalina y endorfinas.
Era un amor incorrecto. Algo prohibido. No éramos compatibles en nada. El era un militar desertor, un criminal peligroso y mentiroso. Yo una defensora de la ley, una abogada que daba sus primeros pasos. Tal vez por eso cada vez que me tocaba se sentía tan bien.
Le ofrecí una última sonrisa antes de golpear la puerta. Me costó mucho darle la espalda y aun así me hacía temblar, podía sentir su mirada deslizándose por mi cuerpo, haciendo que mi piel se calentara, deseando regresar sobre mis pasos, abandonar cada pl