ALEXEI MAKAROV
Llegué hasta mi habitación, ordenada, e incluso eso me fastidiaba. Siempre que me iba, todo era un desorden. Sillas volteadas, sábanas retorcidas, cocaína en la mesa, pero cuando volvía, todo estaba en su lugar, como si no hubiera dejado huella.
La frustración que crecía día con día, torturándome, haciéndome sentir insuficiente, explotó en ese momento. Lleno de rabia comencé a tirar todo, voltear sillas, arrancar las sábanas de la cama, incluso volteé el colchón. Me sentía vacío, frustrado, pero sobre todo cansado de que las cosas no estuvieran saliendo de la manera en que yo quería.
—¿Alexei? —pronunció mi padre detrás de mí, cuando por fin