SHAWN ROBERTS
Nuestras manos se entrelazaron y logré ponerla de pie antes de que cualquiera se levantara. Salimos corriendo en sentido contrario. Entrando y saliendo por calles, aún sin la certeza de que éramos perseguidos, pero tomando precauciones de todas formas, cuando en un callejón nos escondimos, entre la oscuridad y la humedad, con la respiración agitada y los ojos puesto hacia la calle, esperando, escuchando con atención.
Entonces sentí su mirada encima de mí. Extendió sus manos y acarició mis mejillas, trayendo no solo calma, sino un fuego que me quemaba y consumía.
—¿Estás bien? —preguntó sin despegar su mirada de mi labio abierto—. Es mi culpa, lo siento. Yo… no tuve que acercarme a ti hasta que pudiera alejar por completo a Alexei.
—Una chica linda siempre tiene acosadores