ALEXEI MAKAROV
—¡Suéltenme! ¡No me toquen! —escuché detrás de nosotros. La chica había logrado que el hombre que la controlaba soltara la larga cuerda con la que la paseaba como si fuera un animal, comenzó a mover sus manos, haciendo que esta chasqueara como un látigo cada vez que alguien intentaba acercarse—. ¡Juro que mi padre se enterará de esto y todos van a morir!
—¿Cómo nos amenazas si ni siquiera sabes quienes somos? —preguntó mi padre divertido por la exhibición—. ¿Qué le dirás a tu padre? Si fueras una niña buena que lo acompañara a su trabajo, las cosas serían diferentes, podrías reconocernos, pero para ti, en este momento, somos completos desconocidos.