SHAWN ROBERTS
—Para mí un «tarte au citron, s'il te plaît» —dijo en un perfecto francés. Su voz sonaba tan… dulce. Podía ofenderme con ese acento y… me sentiría honrado. Sus ojos se dirigieron hacia mí, esperando que pidiera algo—. Ya que te sentarás conmigo, ¿qué vas a pedir?
Todo mi plan se estaba yendo a la mierda. Me senté y carraspeé un poco, revisando el menú mientras buscaba mi confianza y determinación. Tenía que recuperar el control de mí mismo si no quería arruinar las cosas, pero no podía si me seguía viendo fijamente, con esos enormes ojos. De vez en vez la notaba por encima del menú, y me correspondía con una sonrisa divertida. Podía apostar a que esperaba que me equivocara como buen extranjero.
—¿Puedo recomendarte algo? —preguntó inclinándose hacia mí, bajando el menú con su delicada mano. Sus dedos eran largos, luciendo una manicura perfecta y natural, eran las manos de una pianista, no de una abogada—. «Eclairs», son deliciosos y no puedes visitar Francia sin probarl