ROCÍO CRUZ
Avanzamos hacia esa ave de acero pintada de blanco. Nunca me había subido a un avión y mi primera vez sería en uno privado, con todas las comodidades y dos chicos guapos. Me mordí el labio mientras avanzaba con la frente en alto, contoneándome victoriosa mientras James y Shawn me escoltaban.
Podía considerarlo un pequeño gusto que me merecía por la magnitud del sacrificio que haría. Tal vez perdería la vida, pero iba a exprimir las tarjetas de ese par de ricachones antes.
El espacio era en extremo reducido, o así me parecía conforme avanzaba por el pasillo. Me senté en uno de los cómodos sillones forrados de piel color champagne y me asomé por la ventanilla, parecía que ese par seguía discutiendo, señalándose y refunfuñando, pero ya no los escuchaba.
En cuanto se echaron a correr a sus respectivos autos, la puerta del avión se cerró, pero no como lo haría una puerta normal, fue aparatoso, incluso noté como la sobrecargo se esforzó y mis dedos se encajaron en los descansa