DAMIÁN ASHFORD
—Te dije que no era necesario que vinieras —insistí mientras la mano de Andy se aferraba a la mía.
La gente comenzaba a acomodarse en sus respectivos asientos, como quien espera la función del circo. La sala del juzgado estaba casi a reventar, el jurado ya estaba sentado cómodamente, dedicando miradas curiosas y algunas acusatorias hacia mí. El juez aún no aparecía, John tampoco, y esperaba que no llegara.
—Estamos juntos en esto —contestó Andy apretando más fuerte mi mano. Noté que el vestido que usaba no era como los que acostumbraba, entallados, beneficiando su figura, más bien era holgado, pues su vientre comenzaba a ser notorio.
Sí, empezaba a dejar de ser esa sexy pantera, para convertirse en una tierna gatita barrigona. No pude evitar posar mi mano sobre su vientre abultado y mi corazón se aceleró. Ella colocó su mano encima de la mía y me sonrió. Usaba el anillo que le había regalado, pero también mantenía ese cordón azul con el que me declaré la primera vez.