DAMIÁN ASHFORD
La puerta del salón privado se abrió con suavidad y entró Mindy Miller, la mujer que mi madre había escogido como madre subrogada. Alta, de rasgos delicados, con una cabellera rubia que caía en ondas perfectas y unos ojos color ámbar que destilaban seguridad.
Parecía una modelo en pasarela, segura de su figura y su belleza. No era el tipo de mujer que se amedrentaba fácilmente y su porte dejaba claro que estaba acostumbrada a moverse entre la élite. Pero por más que tratara, no podía ver en ella lo que aún me atormentaba cada noche: a Andy.
Se sentó con gracia en el sofá frente a mí, cruzando las piernas de manera calculada. Podía apostar que había tardado horas en encontrar el vestido correct