CAMILLE ASHFORD
Me quedé en silencio, pensando en todas las posibilidades. Ahora que éramos más unidos, ¿hasta dónde llegaba mi libertad para invadir su privacidad? No quería incomodarlo, no porque le tuviera miedo, más bien por respeto, pero la curiosidad me corrompía.
—Tocaré antes de entrar, no te preocupes —le contesté al ama de llaves con una sonrisa que prácticamente era una línea recta por lo tenso de mis labios.
Caminé con calma, atravesé el estudio y, como había dicho ella, ahí estaba la puerta que llevaba al invernadero. Me acerqué lentamente y alcancé a escuchar la música que sonaba, era música clásica, y no pude evitar sonreír.