LUCIEN BLACKWELL
Las enfermeras se vieron entre ellas con sorpresa y las mandíbulas desencajadas.
—Bueno, cuando te amenaza un mafioso es difícil decirle que no —refunfuñó Damián a mis espaldas, mientras Andy brincaba de la emoción con lágrimas en los ojos y se aferraba a la manga de su hombre.
—¡Está vivo! ¡Damián! ¡Somos tíos! —exclamó al borde de la histeria mientras yo dejaba a mi hijo de vuelta en la cuna, esta vez llorando y retorciéndose, con un aire de indignación que me hizo sentir orgulloso.
—Digno hijo de Camille… —susurré acariciando su cabeza—. Igual de necio, igual de fuerte.
—Es un milagro… —dijo la primera enfermera, cerrando la cunita sin dejar de ver al bebé dentro, uno que había salido muerto, pero que ahora parecía más vivo que cualquiera de nosotros.
—No, al parecer solo es un Blackwell —contestó la segunda enfermera y la vi directo a los ojos, entonces la reconocí, era la misma que me había amenazado cuando vio los moretones en la piel de Camille—. Nos volvem