ANDY DAVIS
Llegué presurosa al hospital, con un nudo en la garganta y el corazón acelerado. Cada uno de mis músculos estaba tenso, como si mi cuerpo se preparara para pelear. Pregunté por la habitación de John, esperando que la enfermera me negara verlo por no ser de su familia, pero curiosamente mi nombre estaba en la lista de visitantes permitidos y me lamenté.
—Señora Carpentier, por aquí —dijo con soltura y mis entrañas se retorcieron por el asco. Posé mi mano en su hombro, deteniendo su andar.
—Ashford… —respondí con los dientes apretados—. Mi apellido de casada es… o será, Ashford. Yo no tengo nada que ver con el señor Carpentier.
—Oh… lo siento —dijo pálida y con ojos temblorosos—. La señalaron como esposa del señor. Revisaré ese detalle.