ANDY DAVIS
—¡Papi! ¡Papi! —exclamaron los mellizos al unísono al rebasar la puerta de entrada, corriendo con los brazos abiertos buscando a Damián, quien de inmediato se hincó ante ellos y los abrazó de manera protectora.
La imagen era emotiva y me transmitía una calidez muy profunda.
—¡Mami! —gritó Vicky dando saltitos hacia mí, haciendo que su vestido rosa se contoneara de manera adorable y se esponjara cada vez que sus pies estaban en el suelo—. ¿Me extrañaste? ¡Yo te extrañé muchísimo!
Estiró sus bracitos mientras abría y cerraba sus manitas, llamándome. Con una sonrisa que no cabía en mi rostro, me hinqué ante ella y la estreché, inhalando su aroma a bebé.
—¡Yo también quiero un abracito! —exclamó Leoncito corriendo hacia nosotras y lanzándose con menos delicadeza que su hermana—. ¡Shawn es muy divertido! ¿Podemos ir de pijamada con él más seguido?
Cuando alcé la vista hacia el pobre ayudante, este tenía la cara de alguien horrorizado por saber que su tortura podía continuar.