ANDY DAVIS
—¡No son tus hijos, pedazo de retrasado! —grité con furia y me acerqué un poco más—. Mi vientre nunca estuvo enfermo, pero tu semilla estaba podrida, defectuosa, tan inútil como tú intentando ser un buen esposo.
»Esos niños son de Damián, deja de fantasear. Pensé que a estas alturas ya aceptarías que nunca tendrás un heredero biológico.
—Quiero una prueba de ADN —soltó John con frialdad en la mirada—. Te demostraré que son míos.
—¿Para eso me citaste? ¿Para escuchar tus delirios? —respondí viendo mi reloj de pulso con fastidio.
—Quiero arregla