ANDY DAVIS
—¡No son tus hijos, pedazo de retrasado! —grité con furia y me acerqué un poco más—. Mi vientre nunca estuvo enfermo, pero tu semilla estaba podrida, defectuosa, tan inútil como tú intentando ser un buen esposo.
»Esos niños son de Damián, deja de fantasear. Pensé que a estas alturas ya aceptarías que nunca tendrás un heredero biológico.
—Quiero una prueba de ADN —soltó John con frialdad en la mirada—. Te demostraré que son míos.
—¿Para eso me citaste? ¿Para escuchar tus delirios? —respondí viendo mi reloj de pulso con fastidio.
—Quiero arregla
ANDY DAVIS—Escúchame… John se arrepintió desde que pusiste un pie fuera de la casa. —comenzó con la cantaleta, esta vez no como la pobre y abnegada madre de un hombre convaleciente, sino como la arpía que conocía tan bien, pero al mismo tiempo conteniendo su lengua lo suficiente. Sabía que no le convenía hacerme enojar—. Me esmeré para que te olvidara, pero nunca lo hizo, ahora con lo de Lynnet, me siento como una tonta. No tuve que hablarte así, no tuve que fomentar que su matrimonio se destruyera. »Por favor, Andy. Tuvieron una buena vida juntos y lo sabes. —Recurrir al pasado para intentar conmoverme no va a funcionar —respondí cruzándome de brazos.—Piénsalo… Él te aceptará con los niños, les dará su apellido y tal vez podrían retomar la inseminación. Con suerte esta vez puedan tener un hijo y si no, los niños heredarán todo de John. —De pronto su mirada se volvió aguda y gélida, de la misma manera que la de una serpiente antes de atacar y soltar todo su veneno—. Dime, ¿qué les
ANDY DAVISSalí apurada del auto, llevando en una bolsa el helado prometido. Creí que esa visita a la heladería sería suficiente para dejar de pensar en lo que había hablado con John y su madre, pero no, en realidad sus palabras no dejaban de dar vueltas en mi cabeza.El peso de sus amenazas comenzaba a ser molesto e incómodo. ¿En verdad podríamos contra ellos?Con algo de dificultad saqué mis llaves del bolso, pero antes de poder encajarlas en la chapa, la puerta se abrió lentamente, dejándome ver a Damián con gesto serio y mirada profunda.—Regresaste temprano… —susurré asombrada. Pensé que tendría tiempo para recomponerme. LUCIEN BLACKWELLMe mantuve por largo rato viendo la pequeña casa ante mí. Tenía ese estilo suburbano, con cerca blanca, paredes color pastel y un jardín bien cuidado. Arrojé mi cigarro al piso y, mientras lo aplastaba con la punta de mi zapato, sentía el peso de mi arma en la pretina de mi pantalón.Revisé una vez más el sobre que me había entregado Camille, era la dirección indicada, pero esa cita con el pasado me incomodaba.Avancé con mi chofer cubriéndome las espaldas. Justo en la puerta, él fue quien tocó el timbre un par de veces, sin prisa, no quería asustar a la verdadera Ruiseñor.Entonces por fin la puerta se abrió de manera relajada, precediendo a la tensión y la sorpresa, pues yo había venido buscando a una urraca interesada y me había encontrado con una rata quCapítulo 140: Amarga sorpresa
CAMILLE ASHFORD¿Quién dijo que vivir en una mansión con todas las comodidades era divertido? Suena genial, pero en realidad cuando no se tiene mucho que hacer, es demasiado aburrido. Así que, prácticamente sin pedir permiso, me puse a arreglar las flores que adornaban cada habitación.—Señorita Camille… No debería de estar aquí. ¿Por qué no va a su habitación y…? —Estoy aburrida —interrumpí al ama de llaves mientras resoplaba—. ¿En dónde consiguen estas rosas? Nunca las he visto en las florerías de la ciudad. —El señor Blackwell las cultiva en el invernadero. Es el único lugar donde no podemos pasar sin su permiso —contestó viendo las rosas con atención—, y es el único momento donde parece humano. ¿Él las cultivaba? ¿El mafioso sanguinario le gusta la botánica? Irónico y romántico. Un hombre tan oscuro y cruel como… dedicado y gentil. ¿Eso era posible?—Sí está tan aburrida, entonces puede ir al jardín a recibir un poco de sol, se ve pálida —agregó con media sonrisa, tentada a qui
CAMILLE ASHFORDLos oídos me zumbaban y me arrastré como pude, alejándome de ella. El ama de llaves fue la primera en acercarse a mí, envolviéndome entre sus brazos de manera protectora mientras aún seguía en el suelo. Cuando alcé la mirada, el resto de la servidumbre estaba rodeando a la mujer desconocida, que las mantenía a raya con su cuchillo, agitándolo hacia ellas, sin saber de cual defenderse primero. Se había llevado buenos golpes al caer, pero no era suficiente para que se rindiera. —¡No lo entiendes! ¡Si no muere ese niño, entonces moriré yo! —gritó desesperada y sus ojos se llenaron de lágrimas. De pronto la realidad cayó sobre mí como un balde con agua fría. Ya había visto a esa mujer antes, en el burdel, visitando a las demás bailarinas. Nunca intercambiamos palabra alguna, hasta hoy—. Yo no quería que nadie saliera herido, yo solo quería dinero, quería libertad, y ellos me la ofrecieron.Con el maquillaje corrido por las lágrimas, su apariencia se había vuelto grotesca.
CAMILLE ASHFORDEsa loción tan característica y varonil, a cuero, amaderada, fresca y con un toque de tabaco. Levanté la mirada y me encontré con esos hermosos ojos turquesa que derritieron mi corazón. Aunque mi cuerpo dolía no pude evitar sonreír.—Lucien, estás aquí… —murmuré escéptica. No podía creerlo. Era como si hubiera aparecido por obra de magia—. En verdad eres real.—Siempre estaré cuando me necesites —contestó dejando un suave beso en mi frente mientras me llevaba en sus brazos.¿No es eso lo que una mujer necesita? Un hombre que siempre esté en las malas se merece estar en las buenas, ¿no?
LUCIEN BLACKWELLEl silencio se volvió profundo por un par de segundos. Todo el equipo médico se vio entre ellos, con miedo, hasta que Camille se quejó adolorida. Estaba tan cansada que sus gimoteos eran similares a los de un gatito con frío. El corazón se me partió en miles de pedazos y regresé a ella, tomando su mano entre las mías con desesperación.—¡Preparen el quirófano! ¡Quiero al anestesista listo con la epidural! ¡Haremos una cesárea de emergencia! —gritó el médico encargado haciendo que todos se movilizaran.—Estarás bien —susurré acariciando con ternura el rostro de Camille—. No puedes dejarme… te lo dije, no podría con el dolor. Tienes que ser fuerte por n
LUCIEN BLACKWELLPosé la mano en mi pecho, dolía, como si mi corazón estuviera congelado y cada latido que diera fuera doloroso por quebrar ese hielo, encajándose las frías astillas, desangrándome por dentro. El silencio de Damián solo me confirmó que estaba de acuerdo conmigo. No me sorprendía. Lo había visto junto a Andy. ¿No estaría dispuesto a hacer lo mismo que yo, si ella le faltara? Tal vez le costaría por los niños, pero sería una idea que nunca lo abandonaría y cada día anhelaría la muerte para volver a estar con ella. —Camille le ha dado un sentido diferente a todo, y me gusta, se siente bien. —Tragué saliva con dificultad—. Ella es mi libertad y esa última pulgada de bondad que siempre me pidió mi hermana conservar. Con Camille… se siente tan bien estar vivo. »Y sé que entiendes muy bien a lo que me refiero. Lo sé por cómo miras a Andy.Damián me respondió con su silenciosa calma. Comprendía lo que decía, porque él también lo vivía, porque él era igual que yo. —¿No es c