CAMILLE ASHFORD
—Lo de hoy significa que… ¿puedo ver a mi familia cuando yo quiera? —pregunté en un susurro, con miedo por la respuesta.
Lucien se detuvo y levantó la mirada hacia mí. No insistí, incluso pensé en dejar que la pregunta se extinguiera en el aire.
—Eres libre de ir a verlos cuando tú lo desees… —contestó por fin—. No quiero que… seas mi prisionera. Puedes pedirle a mi chofer que te lleve con ellos cuando tú quieras.
—¿En verdad? —insistí sorprendida—. Gracias.
—Solo no olvides regresar… —susurró y cuando puso el último punto en su ceja, tomó una de mis manos y la apretó con delicadeza—. Camille… sé que me odias, pero… si te pierdo, no me creo capaz de lidiar con ese dolor.
Vi como sus ojos se enrojecieron y tragó saliva con dificultad. Aún no me sentía lista para perdonar, pero esta actitud que tenía, tan dócil y dolida, comenzaba a hacer mella en mí. ¿En verdad podía olvidarme tan fácil de lo que pasó? ¿Era justo?
—¿Hoy comerás conmigo? —pregunté casi arrepintiéndo