Derek.

El sonido de las comunicaciones por radio llenaba el aire con un zumbido constante.

Derek estaba inclinado sobre el capó de uno de los vehículos, observando el monitor portátil donde los oficiales seguían la transmisión de las cámaras del galpón.

Cada “negativo” que escuchaba era como una nueva estocada.

Hasta que escuchó a Alessandro decir algo, con voz baja, casi incrédula:

—¿Dónde… dónde va Ellen?

Derek levantó la vista de golpe.

Giró hacia la camioneta donde ella debía estar, pero el asiento trasero estaba vacío.

Solo el abrigo doblado sobre el asiento.

Por un instante, su mente no procesó lo que estaba viendo.

Luego, el miedo le recorrió la columna como una descarga eléctrica.

—¡No! —susurró, saliendo corriendo hacia el vehículo.

Alan lo siguió, y los tres se asomaron justo a tiempo para verla.

A unos metros de distancia, Ellen cruzaba la calle, el cabello suelto, el paso rápido, decidida, dirigiéndose hacia el edificio abandonado de enfrente.

—¡Dios santo! —exclamó Alan—