Capítulo 39. La decisión de no mirar atrás.
Ellen.
El salón rebosaba de luces doradas, risas cuidadas y copas de cristal que tintineaban como si no existiera el peso de los sentimientos que la atravesaban. Ellen caminaba con gracia entre la multitud, con la sonrisa ensayada de quien no quiere romperse por dentro. Vestía de negro, como una elegante declaración de guerra: esa noche no iba a quebrarse.
Derek estaba allí. Lo había visto. Imposible no notar la manera en que aquella mujer —la misma que días atrás aparecía en revistas del corazón— colgaba de su brazo como un trofeo. La sonrisa de él era automática, educada, la de un hombre que jugaba bien su papel. Pero Ellen lo conocía, demasiado bien quizás, y supo en un segundo que aquella mujer le importaba poco y nada. Eso no lo consolaba, pero al menos le quitaba parte del veneno.
Decidió entonces, con una serenidad fingida que poco a poco fue haciéndose real, que no iba a dejar que esa noche le perteneciera a él. Que no se la iba a regalar.
Y allí estaba Alessandro, con su por