Capítulo 40. El silencio que grita tu nombre.
Derek.
El cielo apenas se teñía de tonos lavanda cuando Derek cerró la puerta de su departamento y comenzó a correr. Las calles aún dormían, envueltas en ese silencio sereno que él buscaba cada mañana desde que Christine se había mudado con él “para empezar a organizar todo con más calma”, según sus palabras.
Para él, en cambio, significaba todo lo contrario: la pérdida absoluta de paz.
El ritmo de sus pasos sobre el asfalto marcaba un compás que alguna vez había sentido liberador. Ahora, solo era un intento inútil de acallar el ruido que le explotaba en la cabeza.
Podía soportar los reclamos, las reuniones, incluso las cenas obligadas con esa colección de sonrisas plásticas del círculo de Christine. Pero lo que no podía soportar era este vacío que lo devoraba por dentro cada vez que se cruzaba con la mirada de una mujer que, por más que se esforzara, ya no lograba emocionarlo.
Y sin embargo, esa mañana, el vacío no era lo que lo acompañaba.
Era un nombre.
Una imagen.
Una risa que no