Alexander
No podía creer que finalmente la había encontrado. Había llegado de madrugada a Bellavista. Apenas crucé el portón, llamé a mi hermana Alexandra. Ella, con evidente molestia, aceptó verme. Me observo de reojo cuando llegué a la cabaña y le pidió al guardia que me dejara pasar. Sabía que podia meterse en problemas por mi culpa, no obstante iba entrar a como sea si no me dejaran entrar.
Dejé mi coche en el parqueo, pagué la entrada y corrí a abrazarla. La estreché con fuerza y le di un beso en ambas mejillas.
—Gracias a ti por ayudarme a encontrar a esa mujer que me está volviendo loco y que ahora en adelante la tendre cerca como de lugar.
—De verdad que eres un estúpido —respondió, cruzándose de brazos—. ¿Cómo se te ocurre venir hasta aquí? ¿Por qué no esperaste?
—Porque no podía más... lo siento.
—Eres un loco. Ahora, gracias a ti, tal vez ni le caiga bien. Fui muy chismosa en ir corriendo a decirte que ella esta aqui.
—Solo dime dónde está y listo.
—Cálmate —suspiró—.