Zeiren
Tener un fantasma dentro de mí era una jodida pesadilla.
Cada músculo de mi cuerpo se sentía más tenso de lo normal, como si estuviera en una constante lucha con algo invisible.
Mi piel hormigueaba con una energía extraña, diferente a la que sentí recorrerme cuando mi instinto tomó el control.
Esta vez era él.
Damien.
Lo sentía moviéndose dentro de mí, no físicamente, pero sí como una presencia invasiva en mi cabeza. Como si mi mente ya no me perteneciera del todo.
—Relájate, híbrido. No voy a poseerte para siempre.
Su voz retumbó en mi cráneo con una risa socarrona.
—¿Puedes callarte? —gruñí en voz baja.
Mis manos apretandas en puños con tanta fuerza que casi me abrí la piel.
—Qué carácter, chico. Y yo que te estoy ayudando a salvar a tu mujercita. Un poco de gratitud no te vendría mal.
Ignoré su tono burlón y fijé la vista adelante. Ya casi estábamos en el lugar donde estaba mi Eloah.
Nos habíamos transportado a un par de calles de dónde ella se encontraba. La sentía cer