Capítulo 14 – Julián
Conduje mi auto en silencio, con el alma arrastrando una maleta de dolor y decepción. Cada semáforo era una pausa para respirar, pero ni el aire me alcanzaba. Al fin, llegué a casa de mis padres. Estacioné frente al jardín de siempre, aquel que me vio correr cuando era niño, sin saber que un día volvería con el corazón en pedazos.
Suspiré profundamente mientras apagaba el motor. Observé la maleta en el asiento del copiloto y murmuré:
—¿Qué les voy a decir?
Tomé el bolso, salí del auto y caminé hasta la puerta. Al abrirla, el aroma a café recién hecho y pan tostado me envolvió como un abrazo cálido. Mi madre estaba en la cocina, preparando el desayuno de papá, como cada mañana desde que tengo memoria.
—¡Julián, hijo! —exclamó con alegría al verme entrar—. Qué bueno verte tan temprano. Siéntate, tu padre ya está en la mesa.
Mi padre levantó la vista del periódico. Me miró a los ojos y luego dirigió su atención a la maleta. Su ceño se frunció.
—¿Qué significa esa mal