Ella cerró los ojos, como si mis palabras fueran lo único cálido que había escuchado en mucho tiempo. No quiso seguir hablando, así que preferí dejarla tranquila. Compré dos cervezas más, y allí, en medio de la noche, compartía un par de cervezas con una desconocida. Era la primera vez que hacía algo así. Pensé en lo extraña que era esa escena, y sin querer, sonreí.—¿Qué piensa? —preguntó Verónica, mirándome con curiosidad.—Nada —respondí con una leve sonrisa.Ella sonrió también, y su sonrisa era hermosa. Sus labios… suaves, delineados por la tenue luz del farol. No pude evitarlo. Mi corazón, mi mente, mis heridas… todo me empujó. La tomé suavemente por el cuello, la atraje hacia mí y besé sus labios.Fue un beso lleno de pasión, de deseo, pero también de vacío. Como si dos almas heridas intentaran encontrar algo de alivio, un respiro, un consuelo. Ella correspondió. Era un beso ardiente, desesperado. Una mujer que solo deseaba ser amada de verdad… y yo, un hombre que solo quería d
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