Hermes sintió a alguien sentarse a su lado, y al girar se encontró con Isla bebiendo de una copa que en dos tragos la bajó a la mitad.

—No sabes lo que es correr para dejar todo organizado y no estorbar a tu jefa—, dijo agitada—. ¿Y papá?

Con un movimiento de cabeza apuntó hacia la mesa de Leonardo. Ryan no se separaba de él en ese tipo de eventos.

—No se toma más de una copa por velada si estás en horario de trabajo— la reprendió y ella terminó de pasar el líquido, cambiando su copa.

—Eso es si aún tienes pendientes—, contestó su hermana en voz baja—. La Reina Roja me incentiva a no dejar nada para más tarde, porque todo lo quiere en tiempos diferentes a los planeados.

Hermes alzó una ceja, sin disimular el leve orgullo que cruzó su mirada. Isla, aunque fuera la menor, tenía ese tono agudo, casi venenoso, que delataba su preparación. Y más que eso, su temple.

—¿Y lo hiciste? ¿Lograste tenerlo todo como ella quería? —preguntó él, acomodando el pañuelo en su bolsillo, co