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LEO

Lo mejor de esto es que nadie espera más de mi. Vengo, hago mi m****a, dinero, me lo paso bien y vuelvo a casa. No es una rutina que me esté disgustando.

Esta noche, como casi todas, huele a caucho quemado y gasolina. La adrenalina es mejor que cualquier droga. El rugido de los motores, la vibración en el pecho cuando otro coche acelera justo al lado, el sabor metálico del riesgo… es como estar vivo de verdad.

Estoy apoyado en el capó de mi coche, uno de esos que no levantaría sospechas en un control policial pero que, bajo el capó, tiene suficiente potencia como para dejar atrás a cualquiera.

—Tío, nos hemos hecho ricos esta noche —suena la voz de Alex, medio riéndose con una botella de cerveza en la mano y el pelo revuelto por estar sobándose con cualquiera.

—¿Nos? No recuerdo haberte visto subido en mi coche —respondo, sin apartar la mirada de los coches que se alinean para la siguiente carrera. He ganado, sí, pero no me interesa hacer un show de eso.

—Vamos a tu casa. Tengo unas botellas en el maletero y dos amigas que no tienen donde pasar la noche. Tú tienes espacio —insiste, dándome un codazo en el costado.

—No.

—¿No? ¿Desde cuándo dices que no?

Lo miro. Una ceja arqueada. No sé si es la hora, la resaca de velocidad o que no tengo paciencia para gilipolleces, pero esta noche no me apetece lo de siempre. Y no me gusta la idea de gente borracha dando tumbos por mi salón cuando hay una madre con un crío del otro lado del pasillo.

—Desde que hoy no me apetece.

Raro. A mí siempre me apetece más, más adrenalina, más alcohol, más mujeres.

—Joder —refunfuña como un puto crío—. Has cumplido veintiocho y te estás volviendo un viejo. Crisis de los treinta, se llama. Y se te va a caer la polla si no la usas.

—¿Es que quieres verla?

Se desternilla, pero cuando ve que no estoy para bromas, me llama viejo unas cuantas veces antes de asumir que esta noche tendrá que follar en su coche. Otra vez. Tampoco me gusta tanto poner mi piso como picadero para que cualquiera de los gilipollas de mis amigos echen sus polvos allí.

Un rato después, es tarde cuando me subo al coche y llego al edificio. He estado viviendo aquí el tiempo suficiente como para saber que una madre soltera con su hijo no encajan. Es un edificio viejo, no suelo escuchar a los vecinos, casi ni me los encuentro y a veces parece que vivo solo aquí.

El ascensor chirría cuando lo uso, igual que la puerta de mi piso. Koda me espera, como todas las noches.

—Ni se te ocurra ladrar, capullo.

Koda es ese tipo de perro que consigues porque te sientes solo de cojones. Lo tengo desde que a los dieciséis lo encontré en la calle. Es fiel, y es una bestia. Ha sido una sorpresa que no le arrancara la cara al crío que se ha colado esta mañana. Es un buen guardaespaldas y sirve bastante cuando quiero echar a alguien de mi casa, como a las tías que me traigo muchas noches y por la mañana insisten en tocarme los cojones.

Es tarde cuando me tiro en la cama, y muy pronto cuando escucho un jaleo inusual. Miro el reloj que cuelga de la pared: las ocho. Sólo han pasado cuatro horas. M****a. ¿Quién coño hace ruido a las ocho de la mañana? Me quedo quieto unos segundos, con la esperanza de que el jaleo se disuelva solo. No lo hace.

Koda empuja mi puerta y se queda ahí, con la correa en la boca.

—Ni lo pienses —le digo, pero el cabrón gruñe.

Me termino arrastrando fuera de la cama. El suelo está frío como una hostia mal dada. Voy a la cocina a por algo que me espabile como un buen café cargado, y paso por la puerta escuchando el jaleo.

—¡Oliver! ¿Dónde está tu chaqueta? Te he dicho que la cojas.

No sé si es por el contraste con el silencio habitual del edificio o porque suena diferente a todo lo que ha pasado por este pasillo en los últimos años, pero se me queda pegada al oído.

—¡La verde, mamá!

—Vale, corre a por ella y vamos.

La cafetera es mi mejor amiga por las mañanas. El vapor me golpea la cara y me despeja un poco. Al otro lado del pasillo, siguen los gritos contenidos, las carreras de pasitos pequeños y el trajín de la puerta cerrarse.

Cuando salgo con Koda un rato después y vuelvo, ella está aparcando el coche que esperaría del alguien así: pequeño, una chatarra llena de cosas. Unos juguetes se le caen antes de cerrar la puerta.

La tía es guapa, y está buena. Los mechones de pelo rubio y ondulado le caen por la cara y se los aparta de un manotazo, resoplando. Tiene las mejillas rojas y los ojos de un azul intenso que me descubren mirándola. Sólo voy a sujetarle la puerta del portal porque parece que si se pelea con otra puerta más va a echarse a llorar.

—Gracias —murmura cuando pasa por mi lado y esquiva a Koda. Me sorprende que el perro siga sin echársele al cuello a alguien—. ¿Vas o vienes?

Mantiene apretado el botón del ascensor. Koda echa a correr escaleras arriba y yo me monto en el ascensor, con ella.

—Es mentira —digo por aclarar, por si quiere tener cuidado con el niño—. Lo de que el perro no muerde.

—Ya —se ríe y se apalanca contra el espejo del ascensor—. Lo tendré en cuenta. Y perdón, otra vez, pero es que Oliver se pierde con los animales.

—¿Siempre te disculpas tanto?

—No, sólo cuando mi hijo se mete en casas ajenas.

—¿Es que ha pasado más veces?

Vuelve a reírse, pero está negando con la cabeza.

—Que va, y espero que no vuelva a pasar. Es que... cosas de críos, ya sabes, lo ven todo fácil.

Estoy a punto de decirle que no, que no sé nada, no tengo ni puta idea de niños. ¿No se me nota?

—¿Has terminado la mudanza?

Ella asiente, aunque parece agotada solo con pensarlo.

—Algo así, digamos que lo importante ya está fuera de las cajas. ¿Nos has oído mucho esta mañana? Ha sido un poco un caos.

—No —miento—. No te preocupes.

Me parece que eso la deja mucho más tranquila. Estoy a un segundo de preguntarle si no es demasiado joven para tener un hijo y parecer tan estresada, pero el ascensor llega a nuestra planta y la verdad es que no debería interesarme.

Koda ladra cuando me ve y espera paciente a que abra la puerta para correr a su cama. Ya le podría haber dado por dormir más esta mañana. No quiero repetir un paseo a las ocho de la mañana.

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