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“El sacrificio”
El silencio en la cabaña era un abismo, más profundo que cualquier fosa infernal. La propuesta de Apolo, un dios tan etéreo como cruel, resonó en los oídos de Sebastián, pero fue la mirada de Nena la que lo paralizó.
Sus ojos, normalmente llenos de un fuego juvenil, ahora reflejaban un terror primario, anclado en la certeza de la sentencia que se cernía sobre ella. Ella lo sabía.
Sabía que el destino, ese telar invisible que tejía vidas y muertes, había dictado su sacrificio.
El miedo, una bestia fría y pegajosa, comenzó a arrastrarse por las venas de Nena, apretando su garganta hasta dejarla sin aliento.
Vio el rostro pálido de su madre, Marie, sus ojos ya empañados por lágrimas no derramadas. Marie, la fuente de su poder, la guardiana de sus secretos, la mujer que la había enseñado a escuchar los susurros de la tierra y a bailar con la luna.
La idea de una separación tan absoluta, tan final, le desgarraba el alma. La corte de brujas de Apolo… un eufemismo, lo