Gael.
Me mantengo firme frente a la puerta cerrada de la habitación de Amaia. La sensación cálida de la sangre aún permanece en mi piel.
Un suave perfume floral irrumpe. Es Diara. Se acerca con un par de bolsas en las manos y una manta doblada sobre el brazo.
—Te traje algo de ropa limpia… y comida —dice con una sonrisa.
Bajo la mirada hacia las bolsas, luego a ella, asiento con un movimiento leve.
—Despertó hoy, hace poco.
Ella ofrece una pequeña sonrisa.
—Lo sabía. Amaia es fuerte. Ni una bala puede detenerla.
Sostengo su mirada unos segundos antes de preguntar:
—¿Fue acompañada por los escoltas?
—Sí. Gracias por asignarlos —habla con sinceridad evidente—. Gracias por cuidar de nosotras.
—No podemos permitir que otro Mountbatten desaparezca.
Si Diara desapareciera ahora, su hermana haría otra tontería.
—¿Has descubierto algo sobre mi padre? —indaga.
—Aún no hay noticias —Es lo que digo, pero sé a la perfección dónde se oculta Jovan… y en qué estado se encuentra.
—A pesa