Amaia.
— ¿Ha desaparecido?
Repito ante la incredulidad de lo que acabo de escuchar.
—Es lo que he dicho.
—Eso es imposible —murmuro, intentando avanzar hacia la puerta—. Debo ir a buscarlo.
Gael me intercepta con un solo paso, colocándose frente a mí con una calma impresionante.
—No es necesario —dice— Ya fui a la mansión Mountbatten y hablé con los pocos empleados que quedan —Tuerce los labios— Concuerdan en que tu padre subió a su habitación a descansar, pero cuando lo llamaron a cenar, ya no estaba en la casa.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal.
— ¿Y si se fue por voluntad propia? —pregunto lo evidente.
—Es una posibilidad. Quizá huyó para librarse de sus acreedores. Pero...
— ¿Qué? —Lo insto a hablar.
—Hay algo más. Cuando revisé su habitación estaba revuelta, como si alguien más hubiera buscado algo.
Mi corazón late con fuerza.
— ¿Llamaste a la policía?
—Por supuesto. Ya lo están buscando, pero hasta que sepamos qué ha sucedido, tu casa no es un lugar seguro. Permanecerás aq